Khampa, el ejército secreto del Himalaya
Hace medio siglo, la CIA
organizó una guerrilla tibetana contra China en un valle perdido de Nepal. Esta
es su historia
I) Lo Manthang
El viento del sur aparece, puntual, sobre mediodía, empujando el ascenso del
viajero por la garganta del Kali Gandaki, la más
profunda del mundo. Es un viento seco, hiriente y muchas veces cargado de polvo,
que obliga incluso a los curtidos nativos a cubrirse el rostro con un pañuelo
cuando caminan con él de frente. El Kali Gandaki es
un río sagrado para los hindúes que atraviesa de norte a sur el Gran Himalaya,
entre los ocho mil del Annapurna, al este, y el Dhaulagiri, al oeste, drenando
dos de lo macizos más altos del planeta. La ruta, abierta durante millones de
años por el impetuoso río y sus siete tributarios, fue una de las grandes vías
comerciales de esta región que comunica la India con el Tibet.
Durante siglos, la sal de los lagos tibetanos, y el grano y las especies de las
llanuras indias, se cruzaron por aquí en largas caravanas, vigiladas por los
castillos que dominan casi todos los pueblos del recorrido y dan prueba de un
pasado belicoso y turbulento.
A partir de Kagbeni, bajo los siete mil del Nilgiri y
el Tilicho, los grandes picos del Himalaya que
parecían infranqueables, ya se dejan a la espalda. En pocas horas de marcha se
entra en un universo árido y sin árboles, dominado por los grandes farallones
de roca ocre, completamente diferente al paisaje alpino con abundantes bosques
de coníferas y rododendros de las anteriores jornadas. Las nubes y las lluvias
se quedan en el Himalaya, condenando a la aridez a su retaguardia tibetana. La
geografía humana también cambia bruscamente; la arquitectura gurung de las "colinas" nepalíes ("colinas
que pueden tener 3000 metros) y de la minoría thakala,
tibeto-nepalí, da paso a pueblos cada vez más
genuinamente tibetanos y budistas. Pueblos compactos, con baluarte o casafuerte y monasterio, con campos de labranza que desde
arriba parecen un multicolor dominó y que huelen al incomparable perfume de la
madera de sabina con la que se alimentan las cocinas. En esos pueblos, la leña
se deposita en los techos de las casas, junto con el grano puesto a secar,
resaltando el valor que la escasa madera disponible tiene aquí.
El verdadero ascenso comienza en un pueblo llamado Chele.
Está montado sobre una mesa de roca conocida como la "Puerta de
Mustang", que recuerda por su angostura al acceso del Valle del Panshir, en Afganistán. Ahí comienza la serie de nueve
pasos de 3800 a 4000 metros que hay que cruzar en tres o cuatro jornadas más a
pie para llegar a nuestro destino, Lo Manthang. A
partir de Chele el viajero descubre que aquel brusco
paisaje árido que tanto le había sorprendido, era, en realidad un vergel,
comparado con lo que se le presenta ahora. Aquella aridez aun permitía dos
cosechas anuales, una de cebada con la que se hace el tsampa,
el puré de la dieta esencial tibetana, y otra de alforfón, o trigo sarraceno.
En aquella tierra baja aun se cosechan las mejores manzanas de Nepal, y
excelentes legumbres y verduras, cultivadas en huertos organizados en
hendiduras del terreno al abrigo del viento y cuidadosamente protegidos por
muros de piedra. Más arriba de Chele, todo eso
desaparece, o se hace raro; la exigua tierra ya no da más que una cosecha
anual, más allá de la localidad de Samar las sabinas
también desaparecen, y cuanto más se asciende, más desértico y grandioso se
hace el paisaje. Aparece un Tibet en estado puro, sin
las destrucciones de la "Revolución Cultural" en su pasado, y con
monasterios y castillos bastante intactos.
La intensidad de la luz, la escasez de oxígeno derivada de la altura, y la
sobrecogedora belleza de este desierto coronado por cumbres nevadas, con el
Dhaulagiri y el Annapurna asomando al sur y la meseta del Tibet
al norte, contribuyen a la emoción que provoca el anhelado avistamiento de la
ciudadela de Lo Manthang. Desde el paso Lo La
("ventoso"), se divisa allá abajo una insólita ciudad amurallada de
cinco hectáreas que se levanta a 3800 metros de altura en una explanada rodeada
de campos de labranza que se extiende montaña abajo desde su origen en un
antiguo glaciar. Su nombre significa algo así como la "explanada
meridional de la aspiración". Es la capital, de 1600 habitantes, del
"último reino prohibido del Himalaya", como pregonan las agencias
turísticas de Katmandú, un reino de unos 7000 habitantes cuyo rey, Jigme Palber Bista,
antes sometido a la monarquía nepalí, todavía conserva un poder judicial local
y ciertas prestaciones serviles.
En la entrada del pueblo, un joven lama dormita al sol, echado en un prado
junto al que pasa un torrente. Al norte de la ciudad, a apenas diez kilómetros
de distancia, se adivina la frontera china, el paso de Kora
La, a 4600 metros de altura. Tibetanos de China que transportan rebaños de yaks descienden del paso, en el que no hay guardias ni
control alguno, para vender sus animales en las tierras bajas. En ese momento,
cuando los trastornos de la altura, la alegría del avistamiento y el cansancio
de un largo viaje a pie por senderos y barrancos que no admiten más tracción
que la animal parecen unirse para recrear cualquier tipo de alucinación, resuena
el inconfundible sonido de un motor de explosión.
El helicóptero de "Air Dynasty", aparece
como una incordiante alucinación. Aterriza en un
campo de cultivo, y de el desciende, presurosa, una pareja de turistas de…
Barcelona. Previo pago de un Congo, la pareja realiza, en 45 minutos, una fugaz
visita al "último reino prohibido", que se abrió al turismo en 1991 y
registra desde entonces más de un millar de visitas al año, incluidas las de
alrededor de una docena de españoles en 2007. La visión del helicóptero y de la
pareja-express de turistas, es un duro golpe a la
poesía del lugar y un brusco regreso a la realidad, que nos recuerda que hemos
nacido tarde…
Lo Manthang, el Reino de Lo ("Mustang", en
la corrupta transformación del nombre que le dieron los ingleses), fue fundado
en 1380. Entre los siglos XV y XVII, sus reyes dominaron el comercio entre Tibet y la India en esta zona del Himalaya. Durante varios
siglos, el gran enemigo histórico del reino de Lo, fue Jumla,
otro reino montañés del Nepal que hoy es una anodina capital de distrito. Pese
a su identidad y geografía tibetana, Lo se alió con la monarquía Gorkha, unificadora del Nepal, en la guerra
tibetano-nepalesa de finales del XVIII, y se convirtió así en tributaria de
Katmandú. Eso explica que hoy pertenezca a Nepal y no al Tibet
de China, como le correspondería geográficamente.
Sólo tres o cuatro occidentales, entre ellos un francés que veranea en la Costa
Brava llamado Michel Peissel y escribió un original
libro tras su paso por aquí en 1964, visitaron Mustang en los años cincuenta y
sesenta. El reino estuvo oficialmente cerrado hasta 1991 y en aquella época era
un territorio remoto y desconocido que vivía una vida autónoma y aislada. Pójara, la principal ciudad de Nepal desde la que se accede
al reino, no estuvo conectada por carretera con Katmandú hasta los años sesenta
del siglo XX, cuando llegaban los primeros hippies, atraídos por la placidez de
su lago y la casi gratuidad del canabis local. Ese
aislamiento y la accesibilidad geográfica hacia Tibet,
hicieron que la CIA eligiera el reino de Mustang como base de operaciones de la
guerrilla tibetana contra China, después de que ésta fuera aplastada y
derrotada en Tibet por los chinos en la década de los
cincuenta. Durante catorce años, Mustang albergó, sin que nadie se enterara, un
ejército secreto tibetano de 2400 hombres financiado por la CIA con el
consentimiento tácito del Dalai Lama que había huido de Tibet
en 1959 y cuyos dos hermanos mayores, Takster Rimpoche y Gyalo Thondup, fueron hombres de confianza de la Agencia y a
sueldo de ella desde principios de los años cincuenta.
Hoy, la historia de ese ejército, un insólito capítulo de la guerra fría en
Asia, es como la luz de una vela que se apaga. La esperanza media de vida no es
muy larga en Tibet y Mustang. Los protagonistas y
testigos de aquella poco conocida y dramática lucha se
están muriendo. En China, el extranjero interesado no encuentra aun condiciones
adecuadas para hablar con franqueza de Tibet (o de
Xinjiang) con responsables políticos o expertos académicos. Así que, antes de
que se apagara la vela, había que ir a Mustang para recuperar los últimos
fragmentos de historia oral de la resistencia tibetana. Pero la crónica de
aquel ejército secreto del Himalaya es incomprensible sin repasar sus
antecedentes en el Tibet de los años cincuenta y
especialmente en Kham, la región más oriental de Tibet, donde nació la resistencia armada al colapso chino.
II) Kham
En los cincuenta, los tibetanos se dividían entre los que vivían en el "Tibet político", el reino gobernado por el Dalai Lama
("U Tsang", o Tibet
Central, con centro en Lhasa), y los que lo hacían en el "Tibet etnográfico", las amplias zonas del este y
noreste, que quedaban entre el Tibet Central y las
zonas de población china. Ese "Tibet
etnográfico" era tan grande como el Tibet
Central y estaba dividido en dos zonas culturales y linguísticas.
Una era "Kham", en el este, que comprendía
zonas de las actuales provincias chinas de Sichuan y Yunnan, y la otra era
"Amdo", hoy repartido administrativamente
entre las provincias chinas de Qinhai y Gansú.
Políticamente, este "Gran Tibet", con su
extraordinaria tradición y cultura, era, en la primera mitad del siglo XX, un
magma arcaico, aislado y sumamente inconsistente. Amdo
y Kham estaban divididos en pequeños principados,
nominalmente bajo autoridad de China (una China sumida en quiebras dinásticas,
revoluciones, ocupación extranjera y guerra civil), pero en realidad
administrados en el día a día por jefes tradicionales, completamente autónomos
y ajenos hacia el gobierno de Lhasa, que no tenía ni control ni jurisdicción
sobre ellos.
El "Tibet político", de Lhasa y el Dalai
Lama, se había quedado encerrado en su concha, al margen de los nuevos tiempos.
Tsering Shakya, el
principal historiador del Tibet moderno, explica que
aquella sociedad atávica carecía de conciencia nacional (los desastres chinos
se encargaron luego de forjarla) y de respuestas para el terremoto que se le
avecinaba.
China y Tibet tienen una historia de relaciones de
1500 años. La tesis oficial china es que Tibet
"siempre" perteneció a China, desde la dinastía Yuan, cuando los
mongoles conquistaron China y Tibet en el siglo XIII.
La realidad es que entre la caída de la dinastía mongola (Yuan) y el siglo XVII
el vínculo político entre China y Tibet era ambiguo
y, desde luego, no incluía ningún tipo de control administrativo del territorio
por China. Luego, desde finales del XVII, Tibet entró
en una época turbulenta de disputas religiosas y caos político que cambió las cosas
y está en el origen de la disputa moderna sobre el estatuto de Tibet. La guerra tibetano nepalí de finales del XVIII
inauguró un periodo en el que Tibet se convirtió en
una especie de protectorado manchú (Qing). Tibet
pidió entonces ayuda militar al emperador chino, que aprovechó la situación
para establecer un "ambán", término manchú
cercano a lo que se entiende por gobernador. El "ambán"
manchú tenía un estatuto igual al del Dalai Lama y al del Panchen
Lama, así como el derecho a supervisar nombramientos, pero Tibet
mantenía su propia lengua, sus funcionarios, sus leyes, un ejército y no pagaba
impuestos a Pekín. Ese sistema de protectorado, incluía el estacionamiento de
tropas chinas. Respecto a la aquiescencia de los tibetanos con ese estatuto,
queda ilustrada por el hecho de que tres "ambán"
fueran asesinados por tibetanos entre 1750 y 1905 (el número de dalais lamas presuntamente envenenados por los tibetanos en
aquella época no fue menor), y que, en cuanto el imperio chino se hundió, en
1911, el "amban" y sus guardias chinos
fueron expulsados, poniendo fin a casi 200 años de autoridad china.
La aspiración nacional china de engullir a Tibet, que
Mao heredó, se había fraguado a finales de la época imperial y los ingleses
tuvieron mucho que ver con ella. Al concluir el siglo XIX, la influencia
británica se había ampliado hasta los estados del Himalaya. En 1904, una
expedición militar inglesa había llegado a Lhasa, añadiendo una nueva
humillación extranjera a China. Esa presencia fue la que cambió la actitud de
la corte manchú, hasta entonces no interesada en administrar directamente o
integrar en su seno a Tibet. Los británicos llevaron
a pensar a los chinos que si ellos no dominaban Tibet,
lo harían los extranjeros. Mao heredó esa convicción. El resurgimiento de la
China maoísta y su pretensión nacional fundamental de recuperar la grandeza de
China, significaba establecer, por primera vez en la historia china, un control
administrativo efectivo del conjunto de Tibet. Eso
introdujo en Lhasa dilemas para los que la elite tibetana no estaba preparada.
El plan de la nueva China era relativamente cuidadoso; ocupar las zonas de Amdo y Kham "sin
gobierno", donde la autoridad estaba disuelta entre líderes tribales y clánicos locales y esporádicos funcionarios chinos, y
preparar gradualmente una "Región Autónoma de Tibet"
en la zona controlada por el gobierno de Lhasa. Mao conocía la historia de las
relaciones entre China y Tibet, y sabía que allá no
pisaba terreno firme. Por eso pregonaba paciencia y cuidado a sus generales:
"Tibet y Xinjiang, son diferentes", decía.
"Pero si en Xinjiang, con el antiguo régimen ya vivían entre 200.000 y
300.000 chinos, en Tibet no había ni uno, así que
nuestras tropas se encontrarán en un lugar en el que en el pasado no había chinos".
Con el tiempo, todos esos buenos propósitos se hundieron en el marco de la
altanera e ignorante arrogancia china de la época hacia otras culturas
("bárbaras"), en los propios dramas y fanatismos de la Revolución
China, en la atávica ceguera de la elite tibetana conservadora, y en el
contexto general de guerra fría, en el que la causa tibetana no fue más que una
pequeña pieza con la que se jugaba en un gran tablero mundial.
En octubre de 1950, las tropas chinas entraron en Amdo
y Kham, sin apenas resistencia y a continuación se
iniciaron negociaciones para la "reincorporación de Tibet
a la Madre Patria". La élite tibetana realizó intentos infructuosos para
ganarse el apoyo de potencias occidentales y de India, pero a final no tuvo más
remedio que enviar una delegación negociadora a Pekín. Para la aristocracia y
para la red monacal tibetana, lo importante era preservar su patrimonio, y el
orden religioso tradicional, que los chinos prometían respetar. Para la gente
común, mientras no se tocara su vida, su religión y sus costumbres, pertenecer
a China o ser "independiente" era una cuestión completamente
abstracta. La división e incomunicación interna de Tibet
no era solo algo físico (no había carreteras y llegar a Lhasa desde Kham era un viaje de tres meses a caballo), sino también
político. Desde 1928 el Panchen Lama, la segunda
autoridad budista de Tibet, se encontraba exiliado en
Amdo a causa de una disputa con el decimotercero
Dalai Lama. Esa disputa hizo muy proclives a cooperar con los comunistas a los
seguidores del Panchen Lama, que eran muy fuertes en
Shigatse, la segunda ciudad de Tibet. Estos pedían al
gobierno de Lhasa que el Panchen Lama recuperara la
plena autoridad sobre la región de Shigatse que había tenido hasta principios
de siglo, a lo que aquellos se oponían. A partir de 1950, los seguidores del Panchen Lama negociaron directamente con Pekín a espaldas
del gobierno de Lhasa. La división servía perfectamente a los intereses chinos
que hicieron un buen uso de ella. Y para complicar más las cosas, el Dalai
Lama, cuya autoridad podría haber compensado muchas carencias, era, en 1951, un
adolescente de 15 años.
"En vísperas de la invasión comunista china de octubre de 1950, Tibet era, a todos los efectos, un estado
independiente", dice Tsering Shakya.
Esa descripción, así como la frase, tan popular entre el público occidental de
que, "Tibet era un país independiente que China
invadió en 1950", merece ser matizada porque tras la quiebra imperial
china, el estatuto internacional de Tibet había
quedado sin resolver: China continuó considerándolo su territorio, y nadie, ni
siquiera Inglaterra y Estados Unidos, reconoció nunca ninguna independencia. Al
mismo tiempo, esas potencias, primero Inglaterra y luego Estados Unidos,
introducían su propio punto de ambigüedad, al tratar directamente con los
tibetanos, lo que estos leían como algún tipo de expectativa.
En la comunidad internacional, la llegada, organizada, militar y plena de
propósitos transformadores, de la nueva China a Tibet,
ocasionaba el mismo tipo de perplejidades y dilemas. En Naciones Unidas se
preguntaban si podía hablarse de "invasión" y si Tibet
era una nación independiente. Si la soberanía es algo que se define en relación
al exterior, Tibet no tenía relaciones exteriores y
vivía en un completo estado de aislamiento. Entre los notables tibetanos, no
llegaban a la docena los que habían visitado alguna vez el
"extranjero". Se desconocía lo más elemental; qué era la ONU, el
derecho internacional o los motores de explosión. El Foreign
Office británico consideraba "muy poco claro" el estatuto legal de Tibet, y Nehru no discutía su pertenencia a China. El
propio gobierno de Lhasa se refería a la relación histórica de Tibet con China como la del "monje y el patrón",
lo que reconocía cierto protectorado. La mejor descripción de la época
corresponde al Ministro de Exteriores de la nueva India, Bajpai;
"nuestro gobierno", dijo, " reconoce que la influencia y el
control chino sobre Tibet han fluctuado de acuerdo a
la fortaleza del régimen que estuviera en el poder. Gobiernos chinos débiles
perdieron casi toda su influencia sobre Tibet, los
fuertes la recuperaron". De acuerdo a esa ley, el control de Tibet por parte de la pujante China maoísta era ineludible,
y de lo que se trataba era de negociar un vínculo lo menos malo posible para la
identidad tibetana.
En octubre de 1951, el gobierno tibetano aceptó la incorporación a China
mediante la aprobación del famoso acuerdo de los 17 puntos con Pekín. Por
primera vez en más de mil años de historia documentada, representantes del
gobierno de Tibet expresaron por escrito su
reconocimiento de la soberanía china sobre Tibet. Los
tibetanos lo firmaron y ratificaron a contrapelo. El acuerdo no mencionaba
"socialismo" ni "comunismo", garantizaba la continuidad del
sistema tibetano y del gobierno del Dalai Lama, la libertad religiosa y los
privilegios de la elite local. Muchos veían en él una vía de convivencia,
aunque esa convivencia se hubiera forjado sobre la aprensión y sobre un marco
general de imposición; tras la entrada de tropas chinas en el territorio y
después de constatar la ausencia de otros apoyos internacionales. Otros la
rechazaban, especialmente los sectores más conservadores de la elite tibetana.
La ausencia de otras alternativas y el ambiente general de imposición, dejaba
muy poco margen a los tibetanos que lidiaban con una situación que les
sobrepasaba.
Los problemas empezaron cuando los chinos comenzaron a introducir
"reformas" en Kham, a partir de mediados de
los cincuenta. Su primera medida fue la confiscación de armas y los intentos de
convertir a los nómadas en sedentarios. La "colectivización" que
siguió disparó las revueltas en Gansú, Sichuan y
Yunnan. No se luchaba "por el Tibet", sino
por defender la localidad de uno, su monasterio, su familia y su ganado, y
contra una imposición extranjera, desastrosa e inadmisible desde todos los
puntos de vista de la tradición local y el orden tradicional.
Cuando los soldados del Ejército Popular de Liberación entraron en el pueblo de
Dhunkhung, en el distrito de Nyarong
de la provincia de Sichuan, Aten tenía 35 años. A lo largo de su vida, había
visto llegar y marcharse a sucesivos soldados y funcionarios chinos, casi
siempre corruptos y saqueadores. "Los rojos fueron los primeros soldados
chinos que ví que no saqueaban ni violentaban a la
población, eran corteses y abandonaban la fila para ayudar a los campesinos en
la cosecha u otras labores, una agradable novedad". Aten fue seleccionado
para asistir a los cursos de la Universidad de las minorías en Chengdú, como parte de los programas comunistas para crear
"cuadros nacionales". La enseñanza allí, explica, era primitiva. La
mentalidad de los enseñantes rebosaba arrogancia
china-Han y aleccionamiento hacia quienes venían de sociedades "bárbaras y
retrasadas". El mundo se dividía entre una América que era un "tigre
de papel", y la URSS y China, que habían liberado a medio mundo y
triunfarían pronto en el resto. Solo la gente estúpida y retrasada se resistía
al comunismo.
"Era increíblemente crudo, pese a que desconocíamos los detalles, los
tibetanos habíamos tenido noticia del papel de Estados Unidos en la Guerra
Mundial y de las bombas atómicas lanzadas contra Japón, lo poco que sabíamos
bastaba para darse cuenta de que los instructores chinos nos trataban como a
completos idiotas". Algunos estudiantes "reaccionarios" fueron
enviados a picar piedra, así que la mayoría se amoldaba a la disciplina y
dejaba de hacer preguntas insolentes en clase. Mientras Aten se encontraba en
la Universidad de Chengdú, en todo Kham comenzaba la reforma, primero con la confiscación de
las armas, que para los khampas formaban parte del
vestuario y la identidad de un hombre, luego con las expropiaciones y
colectivizaciones, que destruían de forma incomprensible el orden tradicional,
por no hablar de las "sesiones de lucha" (thamzing)
en la que los vecinos y parientes debían denunciarse entre si, y en las que
monjes y gente respetable de la comunidad era maltratada e incluso asesinada
públicamente. Cuando Aten regresó a su pueblo, la vida había cambiado por
completo.
"Los chinos habían catalogado a mi familia como "propietaria de
siervos" y habían confiscado casi todo mi patrimonio; toda mi reserva de
grano, mi ganado, los caballos e incluso las joyas de mis esposas (Aten tenía
dos mujeres, algo habitual). Nuestra familia poseía un gran caldero de cobre
suficiente para hacer té para doscientas personas. Lo usábamos en las grandes
ocasiones, en las fiestas o cuando grandes congregaciones de monjes acudían a
casa. También eso se lo habían llevado. Confiscaron hasta una colcha que había
comprado en la cooperativa china. Como la cosecha había sido mala, mi familia
había tenido que pedir prestados a los amigos cinco sacos de grano. Cuando nos
lo confiscaron todo, los chinos habían informado a mis esposas de que todas las
deudas habían sido canceladas y que ya no tenían que pagar nada a sus
acreedores, no obstante, nosotros las pagamos. Nos dimos cuenta de que todo eso
no era más que el principio de nuestros problemas…"
Poco después, una noche de 1958, Aten escapó de su pueblo con una partida de
familiares, parientes y amigos. El grupo estaba compuesto por sesenta personas,
incluidas mujeres y niños, con solo diez hombres armados con cuatro rifles y
escasa munición. "Habíamos oído que en las regiones más altas había un
grupo de guerrilla más grande e intentábamos contactar con ellos". La
"guerrilla" era algo parecido a una errante tribu Apache de 1500
personas, mal armada y abastecida, cargada de mujeres, ancianos y niños, que
frecuentemente vivía del saqueo. Sus ataques a las fuerzas chinas eran
implacables: no se tomaba prisioneros. Con el tiempo, el acoso del ejército
chino se hizo cada vez más irresistible. La partida de Aten se mantuvo dos
años, a lo largo de los cuales sus familiares y amigos fueron cayendo. Una
noche de 1959, el grupo fue rodeado mientras dormía por una unidad de
caballería Hui, chinos musulmanes, de un señor de la
guerra de Ningxia que se había pasado a los rojos.
Era una unidad temible incluso para gente tan aguerrida como los khampas. Y cayeron sobre ellos por sorpresa. Aten perdió
aquella noche a todos los suyos, sus dos mujeres y su única hija pequeña, que
murió en sus brazos y a la que tuvo que abandonar con un balazo en el vientre.
Él mismo escapó de milagro con tres balas en el cuerpo, pero aun capaz de
cabalgar. Días después, la partida de Aten cruzó la frontera con Nepal. De sus
1500 integrantes sólo habían sobrevivido 170. Del grupo del distrito de Nyanrong sólo quedaron vivos Aten, su primo Dowong y el hijo de éste.
El resumen que Aten hace de su vida recuerda al de un jefe indio americano
evocando el colapso de la llegada de los blancos a sus tierras:
"La de Nyarong era una tierra bella, y nuestra
vida allá, aunque simple y dura, era feliz. Entonces vinieron los chinos. Al
principio con bonitas palabras y plata brillante, luego con armas y muerte. Me
arrebataron mis campos, mis animales y mi casa. Saquearon y profanaron los
templos y monasterios en los que rezaba. Como una plaga, aniquilaron a mis amigos,
parientes, a los lamas, a todos aquellos que me eran caros. En una estepa
helada cubierta por una leve capa de nieve que arrastraba el viento, dejé
abrigados en pos de mí los cadáveres, acribillados a balazos de mi familia y de
mi única hija pequeña. Me ví forzado a vivir en las
montañas como un animal salvaje, moviéndome de noche y escondiéndome de día,
como un ladrón. El hambre, la sed el agotamiento y el dolor fueron mis
permanentes compañeros. Ahora soy un anciano, la edad me ha robado toda mi fuerza
y el destino todo lo que amaba".
Desde 1954 un flujo constante de refugiados khampas
comenzó a llegar a Lhasa, huyendo de las "reformas" en Kham. Traían consigo sus armas, el odio hacia los chinos y
experiencias similares a las narradas por Aten. Sus testimonios extendieron la
alarma en Lhasa, donde los chinos no habían establecido una ocupación en toda
regla ni iniciado "reformas". Entre 1951 y 1959, ni un solo
aristócrata tibetano, ni un solo monasterio, perdió sus privilegios feudales y
sus relaciones de servidumbre. La estrategia de Mao se basaba en la convicción
de que había que ganarse gradualmente al Dalai Lama a la causa de la
modernización china, lo que arrastraría al resto de la elite tibetana. Aunque
mucha gente de Lhasa consideraba a los khampas algo
parecido a bandidos; gente indómita y violenta que robaba, y no creía mas que a
medias en sus advertencias, su testimonio sobre los excesos en Kham se sumaba al inmovilismo de los sectores más
conservadores, esperanzados por la ambigüedad y contactos secretos con la
administración de Estados Unidos, para entonces ya instalada en la guerra fría.
En ese contexto, en los medios khampas refugiados en
Lhasa se creó, en 1958, la organización militar de los "Cuatro Ríos y Seis
Sierras" ("Chushi-Gangdruk"),
enfocada a la lucha contra China. Su principal inspirador era un acomodado
comerciante de Kham llamado Gompo
Tashi que acabó destacando como un formidable
General. Gompo Tashi estaba
en contacto con los hermanos mayores del Dalai Lama, Takster
Rimpoche y Gyalo Thondup, que, a su vez, eran hombres de la CIA. En junio de
1950 había comenzado la guerra de Corea y la Agencia estaba interesada en
crearle problemas a China en Tibet.
Desde 1951, Estados Unidos había expresado en una carta al gobierno del Dalai
Lama su disposición a prestar "ayuda material" a Tibet,
siempre que hubiera, "signos de resistencia tibetana a la agresión".
El secretario del Dalai Lama, Phala, estaba al
corriente de todas las operaciones de la CIA. Informaba de todo al Dalai Lama,
y al mismo tiempo, le protegía para mantener la apariencia de que éste no sabía
nada, impidiendo siempre, con muy buen sentido, cualquier contacto directo con
la Agencia o con Estados Unidos, que pudiera comprometerle. La revuelta popular
que estalló en Lhasa en marzo de 1959 lo cambió todo. El Dalai Lama, que
mantenía desde 1951 en Sikkim, entonces un protectorado de India, el grueso del
tesoro del estado y que había contemporanizado hasta
entonces con el gobierno chino, huyó a India. John Regan, el primer responsable
del departamento tibetano de la agencia, dice que el Dalai Lama "bendecía
tácitamente" toda aquella resistencia y actividad paralela que gestionaban
sus hermanos. Frank Holober, uno de los organizadores
del departamento tibetano de la CIA explica cual era, en los años cincuenta, el
cálculo de la Agencia sobre el Dalai Lama:
"Había muchos países budistas en el mundo, la Agencia confiaba en que el
Dalai Lama fuera algo así como su principal voz, que se le reconociese como una
especie de Papa del budismo extendiendo el aspecto anticomunista del budismo
por todas partes. Estábamos preparados para usar nuestros medios de
comunicación para ayudar al Dalai Lama si mostraba un poco de iniciativa en
esta línea, pero resultó que nunca lo hizo".
Aun así, cuando el Dalai Lama huye de Lhasa, en marzo de 1959, a la edad de 23
años, la CIA le facilitó 200.000 rupias indias. Los documentos de la CIA
desclasificados muestran que hasta los años setenta, el dinero de la Agencia
continuó fluyendo hasta él: 1,7 millones de dólares anuales para el movimiento
tibetano del exilio, incluidos 15.000 dólares mensuales para él hasta 1974.
La revuelta de 1959 significó el derrumbe de la política gradualista de Mao,
cuyo poder en el Partido Comunista no siempre fue absoluto. Con el Dalai Lama
denunciando el acuerdo de los 17 puntos, Pekín también lo abandonó y concluyó
con el gobierno tibetano tradicional. Se confiscaron las propiedades de los
grandes propietarios religiosos o seglares, se cerraron la mayoría de los monasterios
y se creó una nueva administración comunista. El particular estatuto de Tibet como entidad teocrática inserta en un estado
comunista concluyó. El tibetólogo Melvyn
Goldstein, lo describe así; el Budismo fue destruido
y los tibetanos fueron forzados a abandonar valores y costumbres que les eran
muy caras y que estaban en la matriz de su identidad cultural. Las sesiones de
"lucha de clases" y el constante bombardeo de propaganda en contra de
sus sentimientos y ridiculizándolos, apuntaba a la destrucción del modo de vida
tibetano". Desde entonces, hasta el fin de la Revolución Cultural la
población de Tibet vivió veinte años terribles,
explica Goldstein. Murieron decenas de miles de
tibetanos, quizá centenares de miles, pero no el 1,2 millón, frecuentemente
barajado por fuentes tibetanas del exilio. El horror fue manifiesto y su
exageración numérica no altera un ápice su esencia.
Los "Cuatro Ríos y Seis Sierras" fue el primer intento de dar una
dimensión relativamente organizada y coordinada a la resistencia. No fue una
creación de la CIA, sino más bien un resultado de la "reforma" china
en Kham, pero la CIA tuvo algún papel y contribuyó a
su desarrollo. Unos 15.000 khampas mal armados se
concentraron en la región de Lhoka, al sur de Lhasa,
adjunta a la frontera con India y Bhutan. Su intención era más
"liberar" Kham, su tierra, que "Tibet".
Desde 1957, un año antes a la creación de los "Cuatro Ríos y Seis
Sierras", los hermanos del Dalai Lama habían seleccionado al primer grupo
de jóvenes khampas para ser adiestrados por la CIA en
la isla de Saipán, al norte de Guam. Una noche de
luna llena de octubre de 1957, llegó el estreno: una "Fortaleza
Volante" de la CIA pintada de negro y sin identificación despegó desde una
base en Pakistán Oriental (hoy Bangla Desh). Pilotada por una tripulación
compuesta por checos y polacos, sobrevoló India sin permiso y lanzó sobre Tibet a tres de los seis jóvenes khampas
adiestrados, que llevaban en su indumentaria cápsulas de cianuro para evitar
caer vivos prisioneros. La información sobre lo que pasaba en el interior de Tibet, era muy fragmentaria, y la misión de los
paracaidistas, provistos de radio, era aclarar el panorama e intentar coordinar
en lo posible los caóticos grupos de la resistencia que se habían echado al
monte. Un año después, en otoño de 1958, la Agencia efectuó su primer
lanzamiento de armas en la región de Lhoka para
"Cuatro Ríos y Seis Sierras"; fusiles, ametralladoras, morteros, bazookas, granadas… En total hubo unos 40 lanzamientos de
armas, pero esa ayuda no impidió el aplastamiento de la resistencia khampa. Para abril / mayo de 1959 el foco de Lhoka había sido aniquilado por completo. Gompo Tashi atravesó la frontera
india en abril con el cuerpo lleno de heridas de guerra, dejando en Tibet solo pequeñas bolsas de resistencia descordinadas entre si. Una de ellas se había formado en Pemba, al norte de Lhasa. La CIA lanzó allá 16
paracaidistas en otoño de 1959, de los que sólo uno, Dechen,
sobrevivió.
En la zona había "miles de resistentes", explica Dechen.
"Nos dijeron que nos lanzarían armas y que en tres o cuatro meses
podríamos reconquistar Lhasa". Lanzaron 800 armas, pero, como en la mayor
parte de Tibet Central, la geografía de Pemba es montañosa y esteparia, sin bosques ni posibilidad
de abrigo. Los chinos lanzaron primero pasquines en tibetano invitando a la
rendición y a no hacer caso a los "imperialistas", luego mandaron
cinco aviones, que cazaron a los guerrilleros como a conejos. "No había
donde refugiarse, estábamos en campo abierto", dice Dechen.
Los muertos fueron miles y apresaron a algunos centenares. A partir de
entonces, los chinos ya se hacen con el control militar de la inmensa mayoría
del territorio tibetano, control que, según fuentes chinas, no se consolidó
hasta 1962.
III) "ST Circus"
Tras la debacle guerrillera en Tibet, fue Gompo Tashi, el principal líder
de los "Cuatro Ríos y Seis Sierras" quien sugirió a la CIA la idea de
organizar un foco guerrillero khampa en Mustang, en
territorio de Nepal, desde el que hostigar a los chinos. Como la población de
Mustang es tibetana, los guerrilleros, a los que se hacía pasar por
"refugiados tibetanos", se parecían físicamente a los locales. El
gobierno central de Nepal, en Katmandú, quedaba muy lejos, y sus noticias sobre
el remoto Mustang eran bastante fragmentarias… La idea fue rápidamente aceptada
por la CIA, que estableció un campo de adiestramiento para los khampas tibetanos en Camp Hale, Colorado, una de las zonas
montañosas más altas de Estados Unidos. El operativo recibió el nombre clave de
"ST Circus".
"Las condiciones de Camp Hale eran bastante similares a las de Tibet", explica Norbu Dorjee, uno de los primeros khampas
enviado allá para adiestramiento y que más tarde fue jefe de grupo en Mustang.
El lugar consistía en varios barracones y zonas de entrenamiento. Todo el
recinto de Colorado, en las Montañas Rocosas, estaba rodeado por el ejército
con el pretexto de que se hacían pruebas relacionadas con el arma nuclear. La
población de los alrededores no tenía ni idea de que aquello era un campo de
entrenamiento de la CIA para guerrilleros tibetanos. Norbu
Dorjee recuerda que en el barracón que servía de
escuela, había un retrato del Presidente Eisenhower con la siguiente
dedicatoria; "A mis amigos tibetanos, os deseo el mayor de los éxitos".
En total, por Camp Hale pasaron 200 khampas, los más
capaces y espabilados. Ellos fueron los "jefes de grupo" y
"especialistas" (transmisiones, cartografía, radio, explosivos) del
ejército secreto de Mustang.
La fuerza se reclutó entre los miles de guerrilleros que, como Aten, habían
cruzado la frontera hacia India y Nepal, derrotados pero con ganas de proseguir
la lucha. Natural del distrito de Gansi Song de Kham, Tega,
que hoy tiene 79 años, había participado en la rebelión de su pueblo de setecientos
habitantes, de los que solo sobrevivieron setenta. Había dejado allá a su mujer
y sus hijos. Su hermano, un lama de clase alta, había sido fusilado por los
chinos. Cruzó la frontera india en 1959, tras la debacle de Lhoka.
"Fue poco después de la huida del Dalai Lama, llegamos a India en
condiciones miserables. En la frontera había que entregar las armas a los
guardias indios, no teníamos nada y nos pusimos a trabajar en la construcción
de carreteras, en el estado de Assam. Era un trabajo duro, una profesión que
copamos los refugiados tibetanos". Organizados por los hermanos del Dalai
Lama, los reclutadores del futuro ejército de Mustang llegaron y se los
llevaron. "Marchamos a pie desde India Occidental, hasta la frontera con
Nepal, y desde allí, medio en autobús, medio a pie, hasta llegar a Mustang. Fue
un viaje de muchos meses", explica.
Champa Naman, de 65 años de
edad, llegó a Nepal con 15 años desde Nagsam, en Kham, junto con toda su familia. Lo encuentro en Marpha, un pintoresco pueblo thakalo
del bajo Mustang, donde vive en una casa que es casi una choza, con su mujer y
dos hijas. "Escapamos de Tibet por el Monte Kailash, llevábamos todo nuestro ganado, pero los chinos
nos lo confiscaron. Una vez en India, vinieron a reclutarme para ir a Mustang",
recuerda.
Norbu Phuntsok, otro khampa residente en Jomson
(Mustang), que regenta una tienda de souvenirs, explica que su familia no
sufrió directamente la represión. "Mi familia era nómada y pobre, así que
no tenía nada que temer de los chinos, pero mi abuelo era monje. Oímos que
habían matado a lamas en Lhasa y eso nos decidió a huir", dice.
El primer invierno fue muy duro, el dinero y los suministros de la CIA tardaron
en hacer su aparición –la población recuerda la llegada de caravanas de mulas
inusitadamente largas, de "hasta cincuenta o sesenta mulas" que
llegaban a Mustang desde la India cargadas de provisiones para los khampas. "Vivíamos en tiendas de campaña y precarias
barracas de madera improvisadas", recuerda Tega.
"La primera labor consistió en construir los campamentos, preparar
cultivos y organizar el mantenimiento del ganado. Para bajar a los pueblos
había que pedir permiso a los jefes de grupo", dice el anciano.
En Mustang se concentró un ejército de 2400 khampas.
La fuerza se repartió a lo largo del valle del Kali Gandaki
en pequeños campamentos ("magar"), con unos cien guerrilleros cada
uno. En aras de la discreción, los campamentos solían estar a una distancia
considerable de los pueblos. Los campamentos de la orilla este del río tenían
su cuartel general en la localidad de Kagbeni, en la
parte baja del valle, mientras que los del oeste se coordinaban desde Ghami, a 3500 metros de altura. En cuevas próximas a la
frontera, la guerrilla guardaba armas y provisiones, para los grupos que
partían en misión por territorio de Tibet. Las
órdenes impartidas a los guerrilleros eran mantenerse alejados de la población.
En general, los habitantes de Mustang recibieron bien a los khampas,
pese a su fama de bandidos indómitos, proclives a la violencia.
"Nuestro rey simpatizaba con su causa, su hijo, el actual rey, se casó con
una princesa tibetana, y apoyábamos su lucha porque eran budistas, de nuestra
misma religión", explica el Señor Tharchin, un
vecino de Lo Manthang de 67 años, que tenía 20 cuando
llegaron los khampas. "Además, los khampas tenían buen dinero y pagaban bien. Tenían caballos
muy buenos, todos los caballos y el ganado lo robaban en Tibet,
en aquella época fueron un buen recurso para nosotros", dice el vecino.
"La relación con ellos era buena", insiste Tharchin.
Los casos de matrimonios entre khampas y mujeres de
Mustang, casi todas de Kagbeni y Ghami,
que se produjeron durante los catorce años de presencia guerrillera en Mustang,
desde 1960 hasta 1974, así lo confirman. Sin embargo, el reino conoció también
muchos episodios desagradables por causa de la guerrilla. Los vecinos de Lo Manthang citan casos de mujeres locales violadas por los khampas mientras recogían leña o hierbas medicinales por la
montaña, y citan tres casos de comerciantes locales que atravesaban
regularmente la frontera hacia el Tibet chino, que
fueron asesinados por los khampas alegando sospechas
de espionaje.
"No eran espías, sino meros comerciantes", recuerda Tharchin. "Uno, llamado Karma, era de Jomson, en la boca del valle, comerciaba con lana al otro
lado de la frontera. Los khampas lo mataron a palos,
yo mismo ví su cadáver ensangrentado encima de la
lana". Otro, llamado Namdug, llevaba ovejas y
cabras a Tibet y compraba allá grano. "Les
resultó sospechoso y lo mataron".
Que todo aquello estaba organizado y financiado por Estados Unidos, fue un
secreto bien guardado. El francés Peissel que viajó a
Mustang en 1964 menciona sus encuentros con los khampas
en su libro, pero lo desconocía todo sobre el patronazgo de la CIA.
"Nunca vimos a los americanos por aquí (nunca estuvieron), pero los
oíamos", responde con una sonrisa pícara el Señor Tsering
Karma, otro veterano vecino de Lo Manthang, que era
un joven en los sesenta.
Tsering Karma recuerda aquellas noches de luna llena,
despejadas y luminosas, en las que los guerrilleros marcaban con grandes
hogueras determinados campos del valle. Al cabo de unas horas se oían los
motores de los aviones de la CIA que habían cruzado el Himalaya para lanzar en
paracaídas los suministros. "Había rumores de que sus armas llegaban
"del extranjero", pero para nosotros "extranjero" era o
bien la India, o bien el Tibet, el mundo se acababa
allá", explica el hombre.
Militarmente, el principal éxito de la guerrilla de Mustang fue trastocar el
tráfico de la carretera Lhasa-Xinjiang, que pasaba muy cerca de Mustang, a lo
largo de la frontera con Nepal. A finales de 1961 un comando de cuarenta
guerrilleros tendió una emboscada a un camión militar chino en aquella
carretera. Mataron a los tres ocupantes, el conductor, una mujer y un oficial,
incendiaron el vehículo y se llevaron un saco lleno de documentos. Resultaron
ser informes militares secretos que dieron meses de trabajo a los especialistas
de la CIA. China era entonces un país hermético y la Agencia disponía de muy
poca información. Aquel saco iluminó un gran agujero negro sobre lo que se
cocía en el país. En términos bastante claros los documentos revelaban las
dificultades que el "Gran Salto Adelante" encontraba en Tibet, Xinjiang y otras provincias chinas. El Departamento
analítico chino de la CIA vivió de aquel saco una buena temporada, lo que
contribuyó a valorizar todo el operativo "ST Circus".
Del relato de Norbu Dorjee
y otras fuentes se desprende que no hubo grandes operaciones ofensivas desde
Mustang. Preguntado por los resultados, el jefe de grupo dice que, "no
había un plan de invasión, porque la diferencia de fuerzas era demasiado
grande". Y añade; "logramos hacer muy difícil los movimientos de los
chinos en la zona". Efectivamente, la carretera Lhasa-Xinjiang, que aun
hoy es zona de bandidos que atracan a los buscadores de oro, dejó de ser
transitable en los sesenta. Pero los chinos trazaron otra carretera, algo más
al norte, para cubrir la misma ruta sin estar expuestos a ataques. La mayoría
de las acciones fueron meras escaramuzas en las que raras veces participaban
más de veinte o treinta hombres. "Destruíamos coches y camiones,
recabábamos información, observábamos los movimientos de los chinos", explica
Norbu Dorjee. En una
ocasión, un grupo de nueve guerrilleros fue bloqueado por una tormenta de
nieve, rodeado por los chinos y aniquilado. "Sus cuerpos y armas fueron
capturados por los chinos", explica el jefe de grupo.
La participación de la CIA fue irrelevante militarmente, pero tuvo gran
importancia sicológica porque confirmaba ante los chinos la influencia y el
origen "imperialista" de sus conflictos en el Tibet,
cuya raíz era de otra naturaleza y tenía también otros muchos componentes. La
tesis oficial china abundaba en la mentalidad de asedio, en la idea de que la
paz en la región era alterada por el intervencionismo extranjero. De alguna
forma, eso salvaba de la crítica a los propios disparates y barbaridades de la
política china en Tibet de los sesenta y setenta.
Para los responsables del "ST Circus" en la
CIA, la operación no tenía por objetivo la independencia de Tibet,
sino, "crearle problemas a China". "La idea oficial era mantener
ocupados a los chinos. Estaba claro que no se iba a ir a la guerra por Tibet, pero los tibetanos creían luchar por la
independencia de Tibet", explicó en los años
noventa Sam Halpern, uno de los operativos del
"ST Circus" al cineasta tibetano Tenzing Sonam. Esa idea estuvo
sometida a los avatares y giros de la política internacional. La reticencia de
India hacia el ejército secreto del Himalaya, cambió radicalmente en 1962,
cuando la breve guerra fronteriza entre chinos e indios hizo subir las acciones
de los guerrilleros tibetanos en Delhi. En marzo de 1965, la CIA impartió la
directiva a los khampas de no atacar más a los chinos
en acciones ofensivas desde Mustang, y limitarse a "operaciones de
inteligencia", observación de movimiento de tropas y obtención de
información.
"No fuimos muy obedientes con aquella directiva", comenta, irónico, Norbu Dorjee. "A partir de
entonces, no siempre les informábamos de nuestras acciones ofensivas",
recuerda con una sonrisa el jefe de grupo.
A principios de 1969, la CIA anunció a la guerrilla la conclusión de la
operación. El cambio de administración en Washington ya presagiaba cambios en
la política exterior, que en 1970 y 1972 desembocaron en el acercamiento entre
Estados Unidos y China, con el que Washington logró aumentar la presión contra
la URSS con la ayuda de Mao. Desde ese punto de vista, los guerrilleros
tibetanos fueron utilizados para una causa que se jugaba en un tablero mundial
de relaciones y hostilidades, en el que ellos eran piezas completamente
insignificantes. La mayoría de ellos reconocen hoy esa circunstancia, pero, al
mismo tiempo no consideran inútil su lucha.
"Luchábamos por la libertad y el país, no fue una pérdida de tiempo",
reacciona Tega, el ex guerrillero de 79 años casado
con una mujer de Mustang que conserva la cicatriz del balazo chino que le
atravesó el brazo izquierdo. Todas las fuentes confirman que el ejército chino
nunca cruzó la frontera de Nepal en acciones militares de represalia, algo
verdaderamente asombroso, teniendo en cuenta que los guerrilleros violaban
aquella misma frontera continuamente. China, eso si, se cobró alguna cuenta con
India, proporcionando armas a grupos guerrilleros que operaban en India.
Suministró y entrenó a grupos Nagas y Mizo, que
pedían la independencia en el noreste de India. El Frente Nacional Mizo y su
brazo armado fueron sostenidos en los setenta hasta principios de los ochenta.
Algunos líderes del Consejo Nacional Naga estuvieron exiliados en Pekín en
aquella época.
En Mustang, el acercamiento chino-estadounidense sentenció al ejército secreto
del Himalaya. Poco antes, en 1968, el jefe de la guerrilla de Mustang, un lama
llamado Bapa Yeshe, había
caído en desgracia ante la CIA. Se sospechaba que Bapa
Yeshe simplemente se había apropiado de la mayor
parte de los fondos que la Agencia le entregaba para pagar a sus hombres. Los
hermanos del Dalai Lama y la CIA enviaron entonces a Mustang a un nuevo jefe, Gyato Wangdu, un carismático e
irreductible guerrillero que había formado parte del primer grupo de seis khampas adiestrado por la CIA en 1957. La rivalidad entre Gyato Wangdu y el corrupto Bapa Yeshe, puso una nota
dramática a la última etapa del ejército secreto del Himalaya. Los vecinos de
Mustang recuerdan que el ejército khampa se dividió
en dos bandos que mantuvieron enfrentamientos armados. En ese contexto, en 1972
falleció el Rey de Nepal Mahendra, simpatizante de la causa tibetana, que había
visitado Mustang y tolerado, cerrando los ojos, la presencia khampa allá. Su sucesor en el trono, Bihendra,
se acercó a China. Privado de fondos y dividido en facciones, el ejército del
Himalaya profundizó sus excesos hasta el punto de que la población de Mustang
apeló al gobierno de Katmandú para que pusiera orden en su remoto reino. China
presionaba en el mismo sentido, mientras la CIA ponía en marcha toda una serie
de programas y subvenciones para reasentar a los guerrilleros que dejaran las
armas en Pójara y sus alrededores.
En 1974, el gobierno de Nepal envió tropas a Mustang para desarmar a los
guerrilleros. El Dalai Lama intervino mandando un mensaje grabado al ejército khampa en el que advertía que el foco iba a ser destruido y
que miles de tibetanos residentes en Nepal podían sufrir las iras de la
población si había enfrentamientos con el ejercito real nepalí:
"Habéis arriesgado vuestras vidas muchos años y luchado por nuestra causa.
Sé que la actual situación os ocasionará una gran decepción. Sin embargo,
debemos intentar lograr nuestros objetivos por medios pacíficos".
Aquel mensaje, la primera formulación de la actual "vía intermedia"
del Dalai Lama, fue una consecuencia directa del giro prochino
de la política americana. Causó una gran conmoción entre los guerrilleros,
recuerda Tega. "Todos querían seguir luchando,
pero no se podía desobedecer al Dalai Lama que nos estaba pidiendo la entrega
de las armas al ejército nepalí". El propio rey de Mustang acudió al
Cuartel General khampa con el mismo mensaje,
recuerdan los vecinos de Lo Manhtang.
Algunos guerrilleros se suicidaron arrojándose por un barranco. Tharchin, el veterano vecino de Lo Manthang,
recuerda que uno de ellos, llamado Kupche Panj, se lanzó al vacío mientras cruzaba un puente
arrastrando en su caída a los dos soldados nepalíes que lo llevaban maniatado. Gyato Wangdu y 35 irreductibles
decidieron huir a India.
"Wangdu era un líder indómito y no quería entregarse
al ejército nepalí porque sospechaba que sería encarcelado, como lo habían sido
otros guerrilleros que habían entregado las armas con anterioridad",
explica Wangel Lama, un ex ministro del gobierno
tibetano en el exilio y ex diputado del Parlamento tibetano de Dahramsala, que regenta el "Hotel Annapurna" de Pójara, donde Gyato Wangdu solía alojarse cuando pasaba por la ciudad.
El jefe guerrillero fue interceptado por el ejército nepalí, que se movía en
helicópteros, en el distrito de Jumla, que él y sus
hombres cruzaban a pie por los difíciles pasos de montaña de Dolpo, en dirección al extremo occidental de la frontera
indo-nepalí del Himalaya. En un enfrentamiento a pocas horas de la frontera
india, Wangdu y cuatro de sus hombres cayeron bajo las
balas del Ejército Real. Las armas recogidas a los khampas
fueron expuestas en Tundikhel, el Campo de Marte que
el ejército nepalí tiene en el centro de Katmandú. El cadáver de Wangdu acribillado a balazos, con su espada y efectos
personales, fue expuesto en Pójara como un trofeo de
caza, recuerda Madhav Sharma,
un veterano periodista de esa ciudad. "Las armas expuestas en Katmandú
eran americanas, mucho más modernas y mejores que las que tenía el propio
ejército nepalí en aquella época", dice el periodista.
En 1974, la CIA financió tres campos de refugiados para los khampas
que habían dejado las armas, dos en Pójara ( Paljorling y Jambaling) y uno en Marpha (Namgyaling), además del
"Hotel Annapurna". Se compró tierra y los propios guerrilleros y sus
familias construyeron los asentamientos. Hoy esos campos presentan un aspecto
bastante decrépito y abandonado. De los 2400 voluntarios del ejército secreto
del Himalaya, quedan vivos unos 500. Ese colectivo de ancianos lleva grabado en
el rostro el drama de su vida. Junto con sus familias forman un grupo de unas
1500 almas. El dinero que la CIA se gastaba en la guerrilla, hoy se destina a
apoyar el "Free Tibet" a través de
organizaciones "no gubernamentales" emparentadas con la agencia, como
el "National Endowment
for Democracy".
Antiguos aparatos de la guerra fría como la "Voz de América" y
"Radio Free Asia" mantienen programas de radio y televisión (vía
satélite) en lengua tibetana.
En 2004, el Dalai Lama exiliado en India desde 1959, escribió lo siguiente, que
puede considerarse un epitafio y homenaje a los khampa:
"En Kham, Tibet
oriental, donde la gente conservaba las antiguas cualidades guerreras de sus
ancestros, grupos de hombres se unieron para oponerse a los chinos por la
fuerza. Presentaron combate a lomos de caballos y equipados muchas veces con
armas anticuadas. Expresaron así su lealtad y amor por el Tibet
con indómito valor. Pese a que no tuvieron éxito en su intento de impedir que
los chinos dominaran Tibet, dejaron claro al llamado
Ejército Popular de Liberación lo que la mayoría de los tibetanos sienten sobre
su presencia. Aunque creo que la lucha tibetana sólo podrá vencer a largo plazo
y por medios pacíficos, siempre admiré a esos luchadores por la libertad por su
decidido coraje y determinación".
Para los chinos, la participación de la CIA en los conflictos de aquella época
en Tibet confirmó la tesis oficial de que la paz en
la región era alterada por el imperialismo y el intervencionismo extranjero. En
este sentido, el ejército secreto del Himalaya contribuyó a le mentalidad de
asedio de la China maoísta y a que ésta perdiera de vista la realidad de los
problemas de Tibet.
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FUENTES
Para la descripción del Tibet anterior a la llegada
de los chinos en 1950 y la situación posterior hasta 1959 véase: Melvin C. Goldstein, The Snow Lion and
the Dragon: China, Tibet, and the
Dalai Lama.
También, The
Dragon in the
La historia de Aten en Jamyang Norbu, Warriors of
El libro de Michel Peissel sobre Mustang de 1964
es Mustang, a lost Tibetan
Kingdom, Delhi, 1967. Hay edición española, en Ed. Juventud.
Los documentos de la CIA sobre financiación de la revuelta tibetana y del
propio Dalai Lama se desclasificaron en 1998. El testimonio del responsable del
departamento tibetano de la CIA, Frank Holober, es
citado por Mikel Dunham en Buddha's Warriors.
Una fuente china sobre la financiación del Dalai Lama en Beijing Review, octubre 2007.
El testimonio de Dechen y de Sam
Halpern, en el documental "The Shadow Circus", de Ritu Sarin y Tenzin
Sonam, 1998, citado con permiso de los autores.
Para la información y los testimonios sobre la guerrilla khampa
en el Himalaya, entrevistas del autor en Katmandú, Pojara
y el Alto y Bajo Mustang, octubre-noviembre de 2007.